Es sencillo adjudicar todo a la vida. Es decir, pocos
creemos en las casualidades arregladas por el destino. Yo sabía que me lo iba a
cruzar, en algún momento, en algún lugar. Cuando termine de escuchar su
historia, no fue una más. Fue una que me erizo la piel, que vi reflejadas
lagrimas atrapadas por la situación, dentro de un relato al pasar, con ganas de
inundar su lagrimal, de un sentimental llanto a punto de correr por su mejilla,
jugando a cual lagrima toca primero el piso.
En un lunes, pálido, sin agitaciones, ni alegrías extrañas, cruzarme con nuevas historias, hacen que salga la luz dentro de mi cabeza.
Ahí, nos encontrábamos, con dos amigos integrados como uno solo, en la plaza del “Che”. Matando los grados fríos y reemplazándolos por los calientes, con una ronda de mates. No pasaba nada extraño, ni desigual, salvo alguna anécdota casi olvidada, tambaleando en el pre-consiente, a punto de caer en el olvido. Pero que con una desempolvada, salían en ese momento para ser compartidas y recordadas. En un momento del silencio (creo yo adjudicado por el destino), se acerca un tipo a ofrecer sus trabajos en macramé e interrumpir la ronda. Aunque en vez de dejarnos una pulsera, nos dejo una historia.
Flaco, de pelo largo, con sus dientes y arrugas que describían casi, sin escucharlo, su camino recorrido. Su trato y su manera de acercarse.
Creo que conocí un verdadero comunista silencioso. Sin más banderas que su pensamiento y su manera de ser, con él y con la sociedad.
“Suelo vivir en centros clandestinos u ocupas, en diferentes partes del país. Aunque en realidad soy de Córdoba. Camino los caminos, con mi mujer y mi niño León”.
Con esas simples palabras, yo ya estaba completamente inmerso, en su mundo.
- ¿Por qué le pusiste León?
- “Es una historia muy particular. Estaba con mi mujer ya embarazada, en el bar “La Perla de Once” - (en el baño de dicho lugar Tanguito y Lito Nebbia, escribirían “La Balsa”, allá por los ‘60)-, escuchando un recital de León Gieco, cuando en uno de sus temas subo a mi novia, a mis hombros. Ella dice, que cuando se encontraba ahí arriba, sintió por primera vez patear, sentir y moverse, a nuestro hijo. Digamos que fue un momento muy especial. Eligió su propio nombre, León. Y la verdad que con tan solo un año y medio, lo lleva bien puesto.”
El destino nos cruzo, en ese momento y en ese lugar. A una persona que tiene historias verdaderas dentro de su vida, y a otra que le gusta contarla a su manera para que no mueran solo con él.
Fueron unos pocos minutos, donde conocí a un desconocido.
Tan humilde, que me regalo un sahumerio y una historia.
En un lunes, pálido, sin agitaciones, ni alegrías extrañas, cruzarme con nuevas historias, hacen que salga la luz dentro de mi cabeza.
Ahí, nos encontrábamos, con dos amigos integrados como uno solo, en la plaza del “Che”. Matando los grados fríos y reemplazándolos por los calientes, con una ronda de mates. No pasaba nada extraño, ni desigual, salvo alguna anécdota casi olvidada, tambaleando en el pre-consiente, a punto de caer en el olvido. Pero que con una desempolvada, salían en ese momento para ser compartidas y recordadas. En un momento del silencio (creo yo adjudicado por el destino), se acerca un tipo a ofrecer sus trabajos en macramé e interrumpir la ronda. Aunque en vez de dejarnos una pulsera, nos dejo una historia.
Flaco, de pelo largo, con sus dientes y arrugas que describían casi, sin escucharlo, su camino recorrido. Su trato y su manera de acercarse.
Creo que conocí un verdadero comunista silencioso. Sin más banderas que su pensamiento y su manera de ser, con él y con la sociedad.
“Suelo vivir en centros clandestinos u ocupas, en diferentes partes del país. Aunque en realidad soy de Córdoba. Camino los caminos, con mi mujer y mi niño León”.
Con esas simples palabras, yo ya estaba completamente inmerso, en su mundo.
- ¿Por qué le pusiste León?
- “Es una historia muy particular. Estaba con mi mujer ya embarazada, en el bar “La Perla de Once” - (en el baño de dicho lugar Tanguito y Lito Nebbia, escribirían “La Balsa”, allá por los ‘60)-, escuchando un recital de León Gieco, cuando en uno de sus temas subo a mi novia, a mis hombros. Ella dice, que cuando se encontraba ahí arriba, sintió por primera vez patear, sentir y moverse, a nuestro hijo. Digamos que fue un momento muy especial. Eligió su propio nombre, León. Y la verdad que con tan solo un año y medio, lo lleva bien puesto.”
El destino nos cruzo, en ese momento y en ese lugar. A una persona que tiene historias verdaderas dentro de su vida, y a otra que le gusta contarla a su manera para que no mueran solo con él.
Fueron unos pocos minutos, donde conocí a un desconocido.
Tan humilde, que me regalo un sahumerio y una historia.